25/11/17

EL JUGUETE DEL POBRE


Esta imagen me retrotrajo a la infancia, a la dura época de posguerra en la que la inmensa mayoría de los ciudadanos éramos pobres como ratas. Vivíamos en la orilla del hambre y carecíamos de casi todo lo esencialmente necesario, y sin embargo poseíamos una extraña alegría de vivir, hoy desaparecida (al menos en este "primer mundo") en aras del maldito consumismo capitalista.


Recuerdo cuando, la maltrecha economía de nuestros padres, no tenia capacidad alguna para poder comprarnos un juguete. Las prioridades familiares eran: comer (malcomer - todo hay que decirlo), pagar el alquiler (una verdadera losa), el agua, el petróleo, el carburo, los fiados... Y aun haciendo esfuerzos ímprobos para estirar hasta lo inimaginable aquella mierda de salario que cobraban, no quedaba margen alguno, no sobraba nada para comprar juguetes.


No nos quedaba otra a los chicos de entonces que improvisar juguetes con los medios que tuviéramos a mano. Así nacieron, la pelota de tela: un ovillo de retales en desuso, que comprimíamos y atábamos hasta darle una forma más o menos redondeada; coches y camiones hechos con delgados alambres que pudieran doblarse fácilmente e incluso con latas de sardinas; barcos de barro, para representar épicas batallas navales en los charcos que la lluvia formaba; cometas de cañas y papel, juegos con cuescos, lajas, boliches (también hechos de barro) trabas, clavos...


Porque había que esperar a los Reyes Magos para que nos cayera algún juguetito en condiciones, normalmente de lata, madera o cartón ,que hacía nuestras delicias,: un trompo musical de hojalata, un juego de carpintero, un coche de cuerda, una pistola de tapones, un camión de madera, unos calderitos de aluminio, una muñeca Mariquita Pérez, un diábolo, un hula-hop, unos indios y vaqueros de plástico...


También había juguetes más caros y de mayor calidad, pero "nuestros reyes" no podían con ellos, así que tocaba conformarse con verlos en manos de otros niños más afortunados: caballitos de balancín, patinetes, bicicletas, coches a pedales, aviones a pilas, trenes eléctricos, coches de policía, camiones de bomberos, ambulancias, juegos reunidos... 


Lo que está claro es que, a pesar de tanta pobreza y tanto desconsuelo, nuestras mientes funcionaban a pleno rendimiento; poníamos en marcha nuestra imaginación y nuestra inventiva y creábamos (¡vaya sí creábamos!) con los objetos más inverosímiles que llegaban a nuestras ávidas manos, toda suerte de juguetes y artilugios, no tan bonitos, no tan perfectos, pero que seguían cumpliendo su función primordial: el juego.


Citizen Plof

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