Si las cosas van como cabe prever, se destapará la cajas de los truenos:
El 1 de octubre, cientos de miles de ciudadanos (no hace falta que sean millones, pero pueden llegar a serlo) se dirigirán a sus centros de votación habituales y se quedará allí durante toda la jornada electoral, esperando a que abran sus puertas, lleguen las papeletas y votar. La noticia, las fotos de las multitudes sentadas a las puertas de los colegios electorales, recorrerán el mundo. Así son los catalanes. Y muchos que no somos independentistas, ni nacionalistas ni constitucionalistas estaremos allí también. No para apoyar a los delincuentes de Convergencia, sino para dinamitar el Régimen más corrupto de Europa, emanado de la Transición.
Se impone, lo dejo claro, que el mismo 2 de octubre la frustración del pueblo lleve a una huelga general indefinida en toda Cataluña y/o a la declaración unilateral de independencia, que viene a ser lo mismo por sus consecuencias. No sé si Puigdemont tendrá los huevos necesarios --no me extrañaría, es un perfecto imbécil-- y si los catalanes se olvidarán de sus intereses económicos transitorios, pero no me extrañaría, porque es la solución obvia a tanto despropósito político. Todo cerrado en Cataluña. Todo parado.
El resultado será, en menos de una semana, la caída del gobierno de Rajoy de manera ominosa, mediante una moción de censura por incompetencia manifiesta y por haber generado, él solito, crisis y problemas que no sabe cómo resolver. Esto no son unos hilillos que salen del casco de un petrolero... Se impondrá un gobierno de concentración nacional que estará pendiente de las consecuencias de la huelga en Cataluña. No hará otra cosa que llamar al diálogo. Sin embargo, el Parlament, dominado por los independentistas, declarará la independencia unilateral de Cataluña y el advenimiento de la República Catalana. Es lo que va a hacer. Porque puede y porque debe.
El único modo de parar ese efecto es que España deshaga todo el orden constitucional actual y declare, a su vez, la III República Española. Desde esa legitimidad, sí que puede pararse el conflicto catalán. Las negociaciones para una confederación republicana se abrirán y, al final, casi todos contentos.
¿Hay alternativa a lo que digo? Sí, claro: la represión violenta. Pero no solucionaría nada. Y, por lo tanto, es algo que no sucederá.
UN REPUBLICANO CONSTITUCIONALISTA
FUENTE: acratas.net
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