Vayamos, si no, a la demonología, esa rama de la teología y la mitología que, para el cristianismo, tiene una estructura piramidal encabezada por Lucifer, espíritu negativo universal, cuya principal manifestación en este planeta se denomina Satán o Satanás. Es considerado el príncipe de este mundo, y de él depende una extensa cohorte de demonios o ángeles caídos, seres que ocupan un plano intermedio entre dios y los hombres, de los que, según mi parecer, muchos de ellos se han instalado a sus anchas en el seno de la Iglesia. A saber:
Azazel: demonio de la lujuria y de la seducción.
Belcebú: demonio del orgullo y violador de menores.
Belfegor: demonio de la pereza, la desidia y el conformismo.
Mammón: demonio de la avaricia, de la codicia y del materialismo.
Y una larga lista de la que forman parte, entre otros: Mefisto, Ramuel, Samael, Tamiel...
No sé cuántos, de los 200 que, según el Libro de Enoch, cayeron a La Tierra, pululan por el Vaticano, aunque me temo lo peor.
Ciudadano Plof
No hay comentarios:
Publicar un comentario