18/10/10

LA ARAÑA

Es bastante agradable recibir un e-mail de tus amigos, saber que alguien te aprecia, que se acuerda de ti, pero... ¿qué quieren que les diga? Muchas veces me apetece charlar de tú a tú con la gente; enfrentar pareceres, puntos de vista, escuchar sus respuestas de viva voz, más allá de la milonga esta del ciberespacio, pero se ha vuelto difícil encontrar a alguien en las calles o plazas con quien poder comunicarte, más allá del simple saludo o de las consabidas trivialidades cotidianas. Y yo…necesito hablar en serio con alguien ¡carajo!


Debe ser que aún priman en mí sentimientos atávicos, como el que me obliga a recordar aquella frase de Platón: "No dejes crecer la hierba en el sendero de la amistad"

Aunque no dejo de reconocer que las sendas de la Red pueden ser también un buen camino para que transite la amistad, existe aquí un peligro latente: hay una Araña (convencido estoy) que lo controla todo. Por minúsculo que sea el insecto, desde que apenas roza las hebras de su tela, ella lo siente, lo atrapa, lo descodifica, lo envuelve y guarda sus datos, para nutrirse más tarde, cuando le apetezca o lo necesite.


La economía de la Naturaleza obliga a que ningún esfuerzo resulte innecesario. De ahí que crea que, dada la magnificencia de esta red, el dinero invertido y sabiendo que es un subproducto de la industria militar, en su centro ha de habitar un gigantesco arácnido. En vez del Gran Hermano que, según Orwell, todo lo veía, en realidad tenemos una Gran Araña que todo lo siente y todo lo sabe, o lo que es lo mismo... ¡que todo lo controla!

Parece lógico pensar que este invento va enfocado al bien común, a un esperado avance social y cultural de la humanidad, pero es estúpido pensar que sólo sirva para eso. En el fondo va encaminado a detectar a los insumisos, a los rebeldes, a los que intenten socavar el Sistema de alguna manera. ¡Lo saben "todito" sobre nosotros! Es el control total del ciudadano, sobre todo del tiempo que empleamos absortos, sentados frente a la pantalla del ordenador: comunicando, aprendiendo, hurgando, chateando, fastidiando... Pero aún así, la inmensa mayoría de los ciudadanos, no solemos cuestionar el Sistema. En suma ¡no molestamos!


Y ya no hablemos del otro invento devorador del ocio, la televisión, y toda suerte de maquinitas encaminadas a lo mismo: suministrar soma de manera continua a los ciudadanos para que no piensen y no den la lata.

Planteémonos cuántas horas de nuestra vida somos actores y cuántas espectadores. El ocio, tal cual está enfocado por los dirigentes del Sistema, devora nuestro espíritu, nos aliena, nos convierte en zombies...

Y nuestras conciencias necesitan ¡¡¡urgentemente!!! un revulsivo que las haga reaccionar.

Ciudadano Plof

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