Hace ya más de cuarenta años que me atreví con el “El Quijote” y, contra todo pronóstico, lo leí con verdadera fruición. Yo era apenas un chico y estaba postrado en cama, víctima de un larga enfermedad, por lo que, una de las pocas libertades que mi imaginación podía permitirse, venía de la mano de la literatura, gracias a que aprendí a leer con prontitud. Aquel libro era una edición escolar que aún conservo y que, de vez en cuando, ojeo por puro placer. Lo abro al azar y leo algún capítulo, como este de hoy, en el que aparece la que es, para mí, una de las mejores sentencias que Don Quijote dirige a su escudero:
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar; por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida.”
Extracto del capítulo LVIII de la Segunda Parte del “Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha” de Miguel de Cervantes Saavedra.
Ciudadano Plof
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