Y no digamos ya los más desfavorecidos, que se multiplican en las calles, buscando algo que llevarse a la boca.
Hasta los bares, verdaderos templos del ocio en nuestro país, han tenido que recurrir a drásticas medidas para no desaparecer: reestructuración de plantillas, flexibilidad horaria, reducción de jornada, menores salarios...; otros, para su desgracia, no han podido evitar echar el cierre. No obstante, algunos propietarios que, dentro de lo que cabe, tienen la fortuna de trabajar para si mismos, sin necesidad de pagar empleados ni elevados alquileres, están también con el agua al cuello, dada la cada vez más escasa afluencia de parroquianos. Lo que los ha obligado a jugar la basa de la publicidad, con ideas tan originales como ésta:
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