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29/10/18

BRASIL CAMINA HACIA EL FASCISMO

El bullying de ultraderecha y sus efectos electorales en América Latina

La izquierda ha focalizado sus campañas en defender derechos civiles y culturales de minorías y no en re-centrar el conflicto económico que aqueja a las mayorías


Que Jair Bolsonaro ganara la primera vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas con el 47% de los votos ha dejado perpleja a la izquierda. Luego de las inmensas movilizaciones sociales que se produjeron en las calles de las principales ciudades del país a propósito de la campaña #EleNão y unas encuestas que se mantuvieron favorables a Lula durante todo el año, se había construido cierto ambiente, cierto sentido común de victoria segura de las fuerzas progresistas. Igual como ocurrió en Argentina con el caso de Santiago Maldonado en vísperas de unas elecciones legislativas (2017) que ganaría ampliamente Macri, la izquierda asumió que este caso perforaría mucho más las intenciones de voto. Los resultados electorales ha producido un baño de realidad política a las fuerzas progresistas del continente.

Lo primero que habría que mirar es que el manejo de las encuestas a favor de los candidatos progresistas en varios de los episodios electorales del último lustro ya despunta como una estrategia de desmovilización de los aparatos electorales e incluso el voto blando de izquierda, por la vía de provocar sensaciones de triunfalismo en los progresistas. Al mismo tiempo, crea condiciones para que cualquier triunfo electoral de la derecha se viva épicamente y el fracaso progresista como una caída estrepitosa no sólo de su caudal electoral, sino de su hegemonía política. Vemos aquí una estrategia de doble eficacia: fácticamente afloja maquinarias y simbólicamente golpea hegemónica y moralmente por el efecto sorpresa de la derrota.

Jair Bolsonaro

Lo segundo. Habría que señalar, con pesar, cómo la izquierda ha caído en la trampa moral que articula la estrategia de incorrección política made by Trump. Su campo cultural ha sido bombardeado de manera sorpresiva, de un zarpazo. La descolocación moral de la izquierda ante el bochorno e irritación que le producen líderes políticos que desprecian a gays, negros y mujeres, y la focalización en luchar en clave de guerra de valores, anteponiendo valores progresistas versus valores conservadores, ha hecho perder tiempo y ha distanciado a la izquierda del campo de las soluciones concretas a los problemas que aquejan a los latinoamericanos en tiempos de crisis económica. Es decir, que la izquierda haya focalizado sus campañas en defender derechos civiles y culturales de minorías y no en re-centrar el conflicto económico que aqueja a las mayorías, ofreciendo razones sobre la crisis económica y soluciones, nos ha condenado al margen.

Esta ha sido la gran victoria del bullying de la ultraderecha. Con un estudiado cinismo se mofa de la izquierda y la redefine como élite dirigente que luce más preocupada por defender a “gente rara” que luchar por los de abajo, el efecto simbólico es brutal: producen la apariencia de que los progresistas abandonaron a los pobres por identidades minoritarias. Y aún cuando las mujeres y los negros no son minoritarios –mucho menos en Brasil–, en momentos de crisis, sin duda, los problemas económicos son lo más importante. Y esto es justo lo que busca la derecha: un show electoral dirigido a impedir que nadie piense en la economía, después de todo en el caos, las certezas sólo la otorgan los valores fundantes de lo social (¿familia, orden, progreso?).

Donald Trump

Llama mucho la atención cómo tras la masiva campaña #EleNão, Bolsonaro subiera en las encuestas. La sociedad brasilera indecisa se terminó de polarizar a favor de la ultraderecha. En momentos de crisis, la gente siempre recordará que todo pasado fue mejor y cuando se produce un relato que conecta crisis con “relajo” de los pilares que otrora articularon convivencia y funcionamiento social, los únicos garantes de la restitución del orden tienen nombre de derechas. En este caso, el reclamo de orden encuentra asidero en manos militares (Bolsonaro), en empresarios “exitosos” (Macri) o en personas que al menos no generen más caos (Moreno).

Una vez logrado el objetivo de distraer a la izquierda en la “guerra de valores”, lo demás fueron alianzas coyunturales y contextuales de gran pertinencia, además de giros técnicos de campaña que se deben anotar para afinar el olfato y la táctica en las próximas contiendas: muy poca propaganda tradicional en medios masivos. Evitar debates presidenciales para eludir el debate programático. Ninguna aparición en canales de televisión que no se controlen (sólo entrevistas complacientes). Focalización de campaña en redes sociales, pero la más personalizadas de todas: WhatsApp (lo cual denota un manejo descomunal de Big Data). Mucha fake news. Encuestas que nunca le dieron la victoria. Alianza con la principal fuerza política de anclaje popular: la iglesia evangélica.
 

Los resultados electorales que posiblemente se producirán en Brasil este próximo domingo no sólo responden a esta coyuntural contienda, donde la derecha introdujo innovaciones tácticas de ataque electoral que descolocaron a la izquierda, sobre todo mostrarán el notorio desgaste del Partido de los Trabajadores (PT), su estigmatización como partido corrupto, sus propias fracciones internas, sus dificultades para aglutinar a la izquierda y, sobre todo, su distanciamiento de los sectores populares.

Se avecina una época oscura en Brasil y en el continente, pero la historia nunca termina. La izquierda latinoamericana tiene retos que cristalizan cada vez más: producir un relato propio de la revolución política que produjo durante la primera década del siglo XXI en América Latina. Debemos estar en disposición de dejar de defendernos y poder contar qué pasó en este continente. Nuestra historia de luces y sombras. No me refiero sólo a logros gubernamentales (esto sigue respondiendo a una lógica defensiva), sino a transformaciones en los sentidos comunes, a los desplazamientos de ejes ideológicos, la acumulación lograda y los tejidos sociales construidos. También, estamos obligados a contar de nuestros errores, explicarlos, contextualizarlos y sobre todo compararlos con la oscura noche neoliberal de los 80’ y 90’. Si hubo corrupción no le regalemos esa historia a la derecha, afrontémosla, contémosla desde nuestras posiciones.

Partido de los Trabajadores de Brasil

Esa será la mejor incorrecicón política que podremos producir; los latinoamericanos, si de algo estamos hastiados, es de la hipocresía e incluso del cinismo de aquellos que defienden al progresismo sin matices, de aquellos que hablan como si no se hubieran cometido errores. Para volver a ganar, tenemos que ser valientes y respetar la inteligencia de nuestros pueblos.

FUENTE: ctxt.es
Tribuna
Lorena Fréitez Mendoza
24/10/2018


Obviando que Bolsonaro sea un exmilitar, fascista, homófobo, iracundo, racista... solo con mirarlo a los ojos, ya no me gusta. Me parece un peligro terrible no solo para Brasil sino para el mundo.

30/5/18

LA SOLEDAD DE LULA

La soledad del candidato Lula da Silva


En Curitiba solo se concentran ya sus seguidores más fieles, mientras que en el resto del país mandan el silencio y el olvido

Imagen de Luiz Inacio Lula da Silva en las calles de St.-Romain-au-Mont-d'Or en Francia.
Thierry Ehrmann (Flickr)
 
Una bicicleta estática, un televisor y un puñado de libros son su compañía diaria. Lo primero y lo segundo lo tuvieron que negociar sus abogados con las autoridades judiciales. Hipertenso y por prescripción médica, el expresidente brasileño convirtió en rutina mañanera una hora al día de bici: “Cuando superó el cáncer se enganchó al gimnasio, está mucho más en forma que yo”, nos decía hace cinco meses uno de sus asesores más íntimos que no supera los cuarenta años.

La televisión también fue una dura negociación en aquel día y medio de encierro en el Sindicato de los Metalúrgicos de Sao Paulo. La defensa de Lula da Silva negociaba las condiciones de su entrega, y entre ellas estaba la posibilidad de instalar un aparato, para que el líder del Partido de los Trabajadores (PT) pudiera ver la final del campeonato estatal de su querido Corinthians. En su primer día de prisión al menos se llevó la alegría de ver ganar a su equipo. Así que el televisor quedó dentro de los quince metros cuadrados con baño y ventana tapiada que tiene por celda. Pocas cosas más le han dejado. Lo que le quita la Justicia lo intenta compensar su partido con esfuerzos titánicos para mantener en pie el pilar que sostiene la sigla.

Lula da Silva entró en la cárcel acusado de corrupción pasiva y de lavado de dinero –en el marco de la Operación Lava Jato– por ser el supuesto dueño de un apartamento en la playa, regalo de la constructora OAS a cambio de interceder para que se firmasen tres contratos con la estatal Petrobrás. Una sentencia marcada por “fragilidades y falta de pruebas”, según un centenar de juristas nacionales e internacionales, porque hasta ahora no se ha conseguido probar materialmente que Lula fuera dueño de dicho inmueble.

Petrobrás es una empresa petrolera brasileña de naturaleza semi-pública, 
de propiedad mayoritariamente estatal pero con participación extranjera privada.

Su ingreso en prisión fue igual de polémico. El juez Sergio Moro se saltó los tiempos legales y lo adelantó una semana. La actitud del magistrado añadió más leña al fuego a la teoría de la persecución política que denuncia la izquierda. Las fiestas y los encuentros privados de Moro con políticos del PSDB (el partido de oposición al PT por excelencia) no hacen más que alimentar la idea de que el encarcelamiento tuviera como objetivo quitarle de en medio de la carrera presidencial cuando las encuestas le daban como favorito.

Pero por lo visto la cárcel no ha sido suficiente. Las condiciones elegidas para su presa más codiciada, de quien dijo que era “la pieza clave de toda la Operación Lava Jato”, vuelven a saltarse los protocolos habituales. Moro aseguró que las medidas elegidas para Lula eran un “trato de favor” por tratarse de un expresidente. Los más cercanos al exsindicalistas hacen la lectura contraria: “Aislarle de esa manera es la mayor tortura que podrían hacer con él”.

Contra todas las expectativas el lugar elegido para pasar los doce años y un mes de condena es una habitación que se encuentra en la cuarta planta de la Delegación de la Policía Federal de Curitiba. Un espacio que nunca se había usado para encarcelar a alguien. Lula da Silva vuelve a ser una excepción para el magistrado Moro que ha decidido convertirlo en el único preso de la Operación Lava Jato al que se mantiene completamente aislado.

Sede de la Policía Federal en Curitiba, población situada a 416 km. de Sao Paulo.

Salvo por los dos guardias que hacen turnos, el exsindicalista no tiene con quien hablar. Desayuna a las 7h, almuerza a las 11h, merienda a las 15h, y cena a las 19h, solo. Siempre solo. A sus 73 años dispone de dos horas al día de luz solar y los jueves visita de los familiares. Sus abogados tienen libre acceso para visitarle siempre que quieran.

El Partido de los Trabajadores hace lo indecible para combatir la soledad de su líder. Como primera medida organizó un campamento a menos de un kilómetro de la delegación policial con la ayuda del Movimiento Sin Tierra (MST). Todos los días el de San Bernardo escucha un “buenos días, presidente” a las nueve de la mañana y un “buenas noches, presidente” a las siete de la tarde, que le gritan un centenar de acampados para recordarle que le queda gente ahí fuera. La plana mayor del PT pasa más tiempo en Curitiba que en Sao Paulo, donde han trasladado parte de las oficinas generales de la sigla.

Pero durante el primer mes de prisión ninguno de los pesos pesados del partido consiguió visitarle. Tampoco lo lograron el teólogo de la liberación, Leonardo Boff, ni el premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, que permanecieron horas delante de la comisaría. Según los familiares del exmandatario, su consuelo han sido las centenas de cartas que recibió de todos los puntos del país.

Leonardo Boff y Adolfo Pérez Esquivel

Otra medida organizada por el partido, que un día después de que su líder ingresara en prisión, publicaba diversos anuncios para pedir a los lulistas que le demostraran su apoyo de puño y letra: “El propio Lula nos lo pidió. Necesita del cariño de la gente, es una persona muy sociable, no tener con quien comunicarse es el peor castigo que le pueden imponer”, nos dice uno de sus amigos más cercanos que prefiere no dar su nombre.

Salvo sus seguidores más fieles, que se concentran en Curitiba, el silencio y el olvido mandan en el resto del país. Ni manifestaciones por su liberación, ni concentraciones de protesta por su encarcelamiento. Las banderas rojas de los petistas han dejado de salir a la calle entre la perplejidad y el cansancio. Callados también están quienes llevaban la agenda del expresidente: “Necesitamos más tiempo para decir algo”, repiten desde hace semanas a la espera de crear una estrategia, ahora sin la brújula que les guiaba: “Estamos destrozados”, reconocían esas mismas voces el día que Lula entró en prisión.

Sin dinero y con pocas apelaciones



El aislamiento no sólo alcanza el lado personal del exmandatario, económicamente también le han dejado acorralado. Tres días después de ingresar en la cárcel, la Justicia Federal determinó el bloqueo de sus bienes y los del presidente del Instituto Lula, Paulo Okamotto, por una deuda de casi siete millones de euros que tendrían con Hacienda. 

El instituto que lleva el nombre del sindicalista cotizaba como una ONG sin fines lucrativos, hasta que el año pasado Hacienda le quitó el beneficio fiscal al considerar que algunas de sus actividades no podrían entrar en su primera definición, obligándolos a pagar los impuestos acumulados hasta entonces.

Las cuentas presentadas por el propio Okamotto le dan al Instituto Lula apenas un mes de vida. La campaña de crowdfunding para recaudar 150.000 euros –llegaron a alcanzar el 30% de la meta– no sirvió de nada porque las donaciones se hicieron por internet y las Justicia Federal también las bloqueó. El PT estudia hacer una campaña en la que se done en especie para poder sostener el brazo académico y social del expresidente, que ya ha tenido que despedir a la mitad de sus trabajadores, y al menos cinco –los más cercanos al petista– han sido contratados por el partido, quien se encarga ahora de todos los gastos relacionados con Lula.

Paulo Okamotto

La semana pasada sus asesores más cercanos también fueron objetivo de la justicia cuando el juez federal Haroldo Nader solicitó la retirada inmediata de estos ocho ayudantes pagados por la presidencia de la República, un beneficio vitalicio que tiene todo expresidente en Brasil. El magistrado argumentó que al estar en prisión no necesitaría ni de seguridad –cuatro de esos trabajadores pertenecían a esa área– ni de asesores por no ejercer ningún tipo de actividad.

Las malas noticias se le acumulan en el plano judicial después de que en el último mes el Supremo Tribunal Federal (STF) le denegara tres Habeas Corpus. Esta semana la ONU rechazó la medida cautelar que presentaron los abogados de Lula en la que pedían que el expresidente permaneciera en libertad hasta que se le agotaran todos los recursos legales. La buena noticia –al menos en el plano simbólico– es que el Comité de Derechos Humanos la ONU sí ha confirmado que investigará las denuncias interpuestas por la defensa que alegan “vulneración de las garantías fundamentales del reo”.

Candidato hasta las últimas consecuencias

Lula da Silva

Ni la soledad, ni la cárcel, ni la condena a doce años y un mes de prisión, ni la falta de recursos han hecho cambiar de idea a Luiz Inácio Lula da Silva. Pese a todo, quien fuera dos veces presidente de Brasil (2002-2010), volverá a ser el candidato del Partido de los Trabajadores (PT) en las elecciones de octubre de 2018.

El exmetalúrgico de San Bernardo y sus más allegados lo tienen claro; su candidatura, más allá de lo plausible, se vive como un acto simbólico con el que defender su inocencia: “La principal tarea del PT es luchar por su libertad y por el derecho del pueblo brasileño de votar a su mayor líder”.

El aislamiento y el silencio mediático no han evitado que Lula se mantenga todavía como favorito. A pesar de haber perdido siete puntos desde su ingreso en prisión, aún se sitúa en primer lugar con un 20% en la intención de voto El domingo 27 de mayo el PT presentará oficialmente su precandidatura a la presidencia de Brasil en cada ciudad brasileña en la que el partido está organizado, así lo solicitó el propio Lula: “No importa si en cada acto hay cinco, diez personas o quinientas, lo que importa es la suma de todos los brasileños que vayan a dejar claro que Lula es su candidato. Él no busca  un indulto sino que reconozcan su inocencia”, ha dicho Wadjh Damous, uno de los letrados que lo defiende.


Los principales medios brasileños solicitaron verlo en prisión ahora que comienzan las primeras rondas de entrevistas con los precandidatos, pero la Policía Federal les denegó el permiso. También le ha sido denegada la petición que hicieron sus abogados de permitir que un representante escogido por Lula pudiera participar de los debates televisivos de la campaña.

Lula da Silva tiene hasta el 15 de agosto para inscribirse como candidato presidencial. A partir de esa fecha entra en juego el papel del Tribunal Superior Electoral (TSE) que muy probablemente le prohibirá su participación en los comicios por tratarse de un condenado en segunda instancia. En ese caso, a menos de un mes de las elecciones, el PT tendrá que pensar en el plan B que hoy se niega a poner sobre la mesa.

FUENTE: ctxt.es 
Agnese Marra
Sao Paulo - 23/05/2018

Este ciudadano quiere recordarles los incuestionables logros políticos, sociales y económicos que se produjeron en Brasil durante los años de gobierno de Lula da Silva:
  • Estabilización de la economía brasileña, que creció a un promedio  anual del 4,1%; pago total de la deuda que el país mantenía con "los buitres" del Fondo Monetario Internacional (FMI);  reducción de la tasa de desempleo, que pasó del 10,5% en diciembre de 2002 al 5,7% en noviembre de 2010; practicamente a la mitad.
  • En el campo social consiguió que aproximadamente 29 millones de personas lograran salir de la pobreza, logrando con ello que la clase media aumentara hasta el 51% de la población (esto, que conllevó importantes aumentos salariales, a las "élites económicas" no les hizo puñetera gracia).
  • También buscó consolidar a Brasil, a través de la empresa mixta Petrobrás, como uno de los principales exportadores mundiales de petróleo.
  • En cuanto a las relaciones internacionales, el gobierno de Lula logró que Brasil se convirtiera en el vocero mundial del subcontinente americano y de los países del tercer mundo en escenarios como el G-20, siendo también un abanderado de la reestructuración del Consejo de Seguridad de la ONU.

Ningún mandatario en la historia de Brasil había logrado nunca tales logros para el pueblo llano en tan corto periodo de tiempo. Simplemente estaba repartiendo la riqueza, cosa que los poderosos consideran suya y que no quieren compartir.

Mi "alter ego" repite a menudo que:

"Las clases dirigentes nuncan perdonarán a los trabajadores que hayamos logrado que nuestros hijos accedan a la universidad"