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6/7/17

VOLVEMOS A LA CARIDAD

¡Viva el señorito, que nos da de comer!

El señorito Iván, protagonista de la película "Los Santos inocentes",
basada en la novela homónima de Miguel Delibes.

“Cuando un hombre joven sacrifica mucha carne llega a creerse un gran jefe o gran hombre, y se imagina al resto de nosotros como servidores o inferiores suyos. No podemos aceptar esto, rechazamos al que alardea, pues algún día su orgullo le llevará a matar a alguien.”
Respuesta que recibió el antropólogo Richard Lee cuando quiso 
obsequiar con un buey a una tribu de bosquimanos del desierto de Kalahari

Bosquimanos Kung - noroeste del desierto de Kalahari

Parece que algunos quieren volver al caciquismo, a la beneficencia y al estado asistencial. Por entonces, el que tenía alma de esclavo o era víctima de la gran ignorancia de aquellas épocas, se deshacía en elogios hacia el rico, gracias al que comía, según sus cortas luces.


En absoluto se le ocurría pensar que eran los pobres los que daban de comer a los ricos, que los ricos saqueaban la riqueza de la sociedad. La polémica se ha desatado con la donación millonaria del multimillonario Amancio Ortega. Dejo aparte ahora el asunto de la ingeniería fiscal de las fundaciones, lo que Amancio Ortega puede eludir a Hacienda y el que se presente con una cara por estos pagos cuando tiene otra muy distinta en países donde se explota hasta la extenuación a la mano de obra.


La cuestión que quiero destacar es si podemos permitir esta deriva neoliberal que desmantela los servicios públicos y paralelamente fortalece lo que la escritora y activista Arundathi Roy llama la “o-ene-ge-ización” de la política.

Arundathi Roy

A mi juicio, la sanidad, la educación, las infraestructuras necesarias para el funcionamiento de la sociedad, deben ser financiadas con los impuestos. Si llega el caso, no quiero que me salve la vida la donación de un millonario, quiero ser atendido por la sanidad pública, de la cual formo parte por mi condición de ciudadano, no de súbdito agradecido al señor feudal, así como por mi contribución vía impuestos durante más de treinta años. Pero es más: esa sanidad debe ser universal, como la educación, y debe ser de la misma calidad para todos, para los que han contribuido más y para los que han contribuido menos por su nivel de renta, por sus años de paro, por sus bajas por enfermedad o por cualquier otra situación.


Se trata de un principio de solidaridad mediante el que todos contribuimos en la medida de nuestras posibilidades para soportar las cargas de aquellos que lo necesitan, teniendo en cuenta que todos podemos necesitar de esa solidaridad en cualquier momento, nadie está libre de un accidente o de una enfermedad que lo incapacite de por vida. Está claro que gobernantes y economistas neoliberales quieren que nos acostumbremos a la filantropía y a la caridad, una situación que nos rebaja como sociedad.

Un ciudadano exige derechos, un súbdito se ve obligado a agradecer la caridad del pudiente.


Desde la derecha se ridiculiza como se puede el rechazo a estas donaciones millonarias, y, por supuesto, se recurre el chantaje barato. En un tweet de estos días alguien decía: “Amancio Ortega, no quiero tu caridad, quiero que pagues los mismos impuestos que pago yo y los demás”. A esto, otro tuitero respondía: “Díselo a un pobre crío de 10 años con cáncer, dile que hay gente que no quiere que Amancio Ortega done 320 millones para poder curarle”. Es el chantaje al que acuden las ONG en la calle cuando quieren cotizantes, los argumentos son parecidos: “Por unos céntimos al día usted puede escolarizar a un niño”, o puede salvarle la vida.

Amancio Ortega

Evidentemente, se quiere promover la culpabilidad del ciudadano de clase media, que se sienta un insolidario, o incluso un asesino, por no colaborar con una cantidad casi ridícula que puede salvar una vida. Pero esto no es así, porque a pesar de los miles de ONG que han surgido en las últimas décadas y por muchos millones de socios que tengan Unicef, Médicos del Mundo y otros más, los pobres se siguen reproduciendo, millones de personas pasan hambre en el mundo, millones son víctimas de guerras de las que no son culpables, millones sufren enfermedades fácil y baratamente solucionables. Y todo esto, gracias a un sistema económico que provoca todos estos desastres: poner parches no es la solución.

Popurrí de ONGs

Desde la caverna mediática a los que cuestionamos estas donaciones se nos llama de todo: resentidos, envidiosos, gilipollas (Carlos Herrera), etc. Se ve que son personas a las que les va bien este sistema y con unas migajas tranquilizan su conciencia, porque saben que un sistema regido por el único principio del lucro y donde no se pone coto a la riqueza personal provoca pobreza. Este engendro, al que incluso se atreven a llamar “colaboración público-privada”, no es más que la vuelta a la beneficencia del siglo XIX, una regresión inadmisible a estas alturas del siglo XXI.

Carlos Herrera

Si alguien cree que con la caridad de fundaciones y ONG se van a solucionar los problemas que incesantemente provoca este capitalismo del desastre, le recomiendo la lectura del excelente ensayo "Blanco bueno busca negro pobre", de Gustau Nerín, o los artículos de Arundhati Roy, a lo mejor así ve las cosas más claras y no se deja atrapar por los chantajes emocionales de las ONG. 

Gustau Nerín
FUENTE: rebelion.org
Crónica Popular
Pedro López López
Contaba mi "alter ego" una anécdota de sus años de asalariado, explicando que, cierto día protestó por algo que consideró una tremenda injusticia, y una compañera le espetó: 

"Mejor te callaras, porque esta empresa es la que te da de comer".
 
A lo que, mi "ae", visiblemente enfadado, respondió:

"A mí la empresa no me da nada: me lo gano yo con mi trabajo".

15/11/14

LOS SOLDADOS NO SON PERROS...

Los soldados no son perros ni los tenientes-coroneles, marqueses

La situación en las Fuerzas Armadas se está convirtiendo en insoportable debido a la mentalidad feudal de los encargados de dirigirlas. Si casi todas las semanas tenemos que desayunar con varias noticias que nos ponen los pelos de punta –por incomprensibles dada la situación de colapso económico y endeudamiento del ministerio de Defensa-, como son los gastos en mejora de regadío de campos de golf o los 10.000 millones de euros en nuevas compras de armamento. En cambio, los que dan su vida por lo que aman no tienen mejor desayuno que el de servir propiamente a su país. Porque lo que es el desayuno…

Aquí podemos ver las fotografías que nos mandan miembros de una unidad de Infantería de Marina en la que se pueden ver gusanos o moho en las latas de comida, las cuales pertenecen a las raciones de alimentación de las Fuerzas Armadas y se puede observar que caducan este mismo mes de noviembre.

la foto 1la foto 2 
 
“Nos dan la comida caducada o a punto de caducar, con moho y con gusanos… pero llevamos 41 días de maniobras desde septiembre y casi sin parar desde junio”. Este tipo de hechos son difíciles de comprender para aquellos que sean ajenos al mundo militar y por eso los infantes lo aclaran: “nos dan comida caducada porque así pueden canjearla a coste cero como si se hubiera tirado pero nos cobran 22 euros al día por la comida”. Denuncian que nadie sabe dónde va ese dinero que les cobran. Por el contrario, los soldados reciben ahora el mismo dinero (unos noventa euros) por 40 días de maniobras que antes de la crisis por 5, debido a “diversas triquiñuelas” que tampoco conocen ni comprenden.
la foto_3Otros militares nos envían fotos de comida por la que les cobran unos seis euros, cada uno que juzgue si lo que aparece en la imagen vale seis euros o no…

La situación para ellos –entiendo que para cualquiera-, es escandalosa y lo peor es que el mayor problema para la cúpula militar no es que los soldados sean tratados de forma infame e indigna, sino que se sepa públicamente. Por ello intentarán cerrar este blog sea como sea o desprestigiar al que, entrada tras entrada, informa sobre las duras condiciones de la vida militar…

Estos infantes se quejan también del bajo número de efectivos que son, del asfixiante ritmo que llevan (maniobras, guardias o jornadas prolongadas que no se les pagan) o que se producen otras irregularidades como tiendas de campaña en mal estado que les han obligado a dormir al aire libre. No comprenden que siendo soldados de élite se les trate de esta forma.

En este tétrico panorama, el JEME D. Jaime Domínguez Buj explicaba por carta que el mundo militar es maravilloso o algo parecido y de paso venía a decir que todo lo que se cuenta de las Fuerzas Armadas -lo negativo- es falso. En ella, ni corto ni perezoso, afirmaba que si “sois testigos de alguna actitud que no responda a lo que de nosotros se espera, os animo a que utilicéis los cauces de los que el Ejército siempre ha dispuesto, en la seguridad de que inmediatamente será investigada para corregirla y, si corresponde, sancionar a su autor”. Supongo que no se referirá a cuando el Teniente Coronel Ayuso llamó bastarda a la Constitución o renegó del Rey (sin una triste falta leve) ni al teniente coronel absuelto por gastarse 92.000 euros en reformar su pabellón

58 Hablando de pabellones, se ve que es una costumbre muy militar esa de llegar como nuevo jefe a un destino y redecorar tu vida a lo IKEA. Además, mola mucho. De redecorar viviendas saben mucho los componentes de la Unidad Militar de Emergencias (UME) de Valencia, ya que realizan unas tareas que no consideran adecuadas a lo que se supone de ellos. “Acaban de nombrar a un teniente coronel jefe del batallón y nos tienen trabajando de obreros y reformándole el chalet que le han asignado”. Tal es la situación que nos han enviado fotos al respecto (como las que se pueden ver aquí), para que se vean a los vehículos militares trabajando en el chalet. No terminan de comprenderlo y se sienten frustrados porque estos comportamientos están a la orden del día y la mayoría de los militares son personas honradas.

Eso sí, me cuentan que el chalet está quedando muy bonito… Unos veinte soldados han estado trabajando en la vivienda del teniente coronel, para lo que han utilizado maquinaria del batallón (excavadoras, grupos electrógenos, etc.). Cuentan que le construyen una pérgola, le cambian las tuberías, le arreglan la cisterna, etc. Por si fuera poco, su oficina también la están remodelando ya que están forrando las paredes a media altura de madera, cambiando de muebles, etc. Lo delirante es que esto se produzca cada tres años que se cambia de jefe de batallón y que seamos muchos los que lo hayamos visto.


En mi mente –poco maravillosa-, no termina de entrar el motivo por el que soldados de una unidad trabajan en el chalet de su jefe (tanto que espero que no sea así y haya una explicación razonable), ya que si tales obras han sido autorizadas, entiendo que existirá una partida presupuestaria para las mismas, una empresa adjudicataria y no será necesario que los soldados se dediquen a tales menesteres. Sobre todo, porque se trata de zapadores, pertenecientes al arma de Ingenieros y, por lo poco que he conocido las Fuerzas Armadas, entre sus cometidos no está el diseño interior ni la albañilería o fontanería, como entre el resto de especialidades no está el coger un plumero, una escoba y una fregona cuando ya no queda dinero para pagar la contrata de limpieza o ésta no paga a sus trabajadores/as, motivo este último por el que el ministerio de Defensa ha sido denunciado recientemente.

Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo

Sé que puede resultar muy atrevido por mi parte, pero creo que ha llegado el momento de detener esta infamia, tratar a los soldados de una forma digna, que no es de otra manera que como a cualquier profesional, otorgarle la posibilidad de tener sindicatos (se ha publicado hace pocos días una sentencia favorable en este sentido del Tribunal Europeo de Derechos Humanos o TEDH), concederle la libertad de expresión (que el TEDH ya ha concedido a los militares en sentencias del año 1994 y anteriores) y dotarle de la categoría de militar de carrera. Es indudable que es un beneficio para los soldados pero, sobre todo, para toda la sociedad, ya que, a mayor precariedad laboral, mayores abusos, corruptelas y privilegios existirán. Es muy probable que lo manejables que resultan los soldados mientras son temporales esté en el fondo de este trato degradante con el que se les recompensa por su duro día a día.

Ha llegado el momento de terminar con las clases sociales en el Ejército porque ya no es tiempo de perros ni de marqueses, sobre todo, porque esa sociedad medieval le cuesta mucho a los ciudadanos:


 ¡¡¡40.000 millones de euros!!!

FUENTE: Un paso al frente
Blog del teniente Luis Gonzalo Segura
13 nov 2014