Diez años de Lehman Brothers: ¿qué has hecho tú?
Hoy se cumple una década del día que pensamos que nuestras vidas cambiarían: la caída de Lehman Brothers. Entonces, muchos pensamos (pobres idealistas) que la sociedad aprendería la lección, que se emprendería esa carrera de fondo hacia un sistema mejor, que huya de la depredación y la depravación del capitalismo. Nos equivocamos, lo afianzó aún más.
Hace diez años, aún con miseria, se vivía mejor que ahora. Esta estafa que nos metieron en la cabeza que llamáramos crisis, no ha hecho sino empobrecernos económica, social y moralmente. Podemos culpar de lo sucedido a las entidades financieras, al mismo capitalismo; podemos compartir nuestra indignación porque buena parte de los verdugos de esta ejecución mundial -gente de la calaña de Luis de Guindos- vivan hoy aún mejor que entonces… A todo ello podemos culpar de nuestros males, ¿pero dónde estamos nosotr@s como sociedad?
Ha pasado una década y ¿qué lecciones se han extraído de todo aquello? No hace falta irse muy lejos para comprobar cómo la sociedad no se sacude la codicia de encima, cómo la avaricia ha trascendido el mercado de compra-venta de vivienda y se ha instalado en el del alquiler. No hace falta irse muy lejos para ver cómo la extremaderecha ha aprovechado la alfombra roja que se le ha tendido y capta a las víctimas de su propio egoísmo con sus mentiras y demogogia.
De una vez por todas tenemos que dejar de asumir el papel de víctimas. Es cierto que el capitalismo ha conseguido consolidar esa relación de dependencia, de auténtica subordinación de la clase obrera respecto a la élite económica. De eso no cabe duda, como tampoco la cabe en el hecho de que parte de su éxito ha sido la despolitización de las personas a través, paradójicamente, de la política.
Hoy hay más gente hablando de política en la calle, en los bares, en las plazas, que hace una década, ¿pero de qué clase de política? En general, de una política zafia, adoctrinadora, hueca de fundamentos y desbordada de exabruptos que, desafortunadamente, el amarillismo de los medios ha amplificado.
De todo eso hemos formado parte. ¿Qué hacer llegados a este punto? Lo primero, no autocompadecerse como víctimas y, al mismo tiempo, tampoco autocomplacerse quienes han protestado, quienes se han movilizado o, incluso, quienes han triunfado con las mareas. Esas personas no han sido diferentes de quienes lo hicieron en el pasado y, hoy más que nunca, han de ser conscientes de la maratón que tienen por delante, de los kilómetros de lucha que restan. Esa distancia hasta la meta no impide saborear las victorias, pero desaconseja dormirse en los laureles.
El recientemente fallecido Samir Amin hablaba de la falta de una integración del trabajo. El capitalismo ha sabido evolucionar y generar una integración, un sistema mundial en el que integra desde las materias materias hasta sus productos terminando por los mercados de capitales (¿Qué son, si no, aberraciones como el TTIP?). ¿Qué ha sucedido con el trabajo? Que ése no se ha integrado y ahí radica nuestro poder.
Aprovechando los fundamentos de Amin, yo apuesto por una integración de la clase obrera cuyo pegamento sea la solidaridad que se nos ha perdido por el camino. Destruyamos esa relación de subordinación con esa élite económica que se sustenta de nuestra miseria y fomentemos la desconexión. Hagamos un by-pass, desconectándonos de ese sistema capitalismo que nos emponzoña con esas ansias de posesión más que de compartir, de acumular más que de dar, de competir más que de cooperar, y conectémonos a otra red.
Hay un sistema paralelo con una red mucho más extensa, pero a la que le faltan glóbulos rojos: esa red de solidaridad, antidesahucios, antimonarcas impuestos, anticorrupción, autocrítica… Y usted y yo debiéramos formar parte de su torrente sanguíneo porque, de lo contrario, nosotr@s mism@s abriremos el tajo por el que nos seguirán desangrando, poco a poco, tan medido que nos deja agónicos en continua anemia, lo suficiente para seguir pudiendo vampirizarnos.
FUENTE: publico.es
Posos de Anarquía
David Bollero
15/09/2018
¿Qué que he hecho yo?...
¡Cagarme en todo lo cagable! a la vez que intentaba convencer a mis conciudadanos, berreando como un energúmeno en este blog, de que debíamos contraatacar de algún modo. Pero "nasti de plasti". La gente no está por la labor, y es que nos han hecho perder aquella cohesión que, como clase trabajadora, alguna vez tuvimos.

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18/9/18
15/12/15
LA CONCENTRACIÓN DE LA RIQUEZA ES EL PROBLEMA
Mientras que la mayoría de la población ha sufrido un continuo deterioro de sus condiciones de vida –caída de los salarios, prolongación de las jornadas laborales, destrucción de empleo, reducción del gasto social público y aumento de los impuestos indirectos- una minoría se ha enriquecido, conquistando nuevos privilegios. Como resultado de ello, la desigualdad se ha disparado en los últimos años.
Abundan los estudios al respecto. Entre otros, los realizados por instituciones tan conservadoras como el Fondo Monetario Internacional y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Uno de los más interesantes es el que cada año realiza el Credit Suisse, que lleva por título Global Wealth Report y que se centra en la distribución y la concentración de la riqueza a escala nacional e internacional.
La concentración de la riqueza es notablemente superior a la del ingreso; de ahí el interés de poner el acento en la primera. Un indicador habitualmente empleado para medir la desigualdad es el Índice de Gini, que puede tomar valores comprendidos entre 0, mayor equidad, y 1, mayor inequidad. En España, este indicador alcanza el valor de 0,35, según Eurostat, si se centra en la renta, y asciende hasta el 0,67 si considera el patrimonio neto de los individuos, siguiendo los datos que ofrece el Credit Suisse.
Con la crisis, el proceso concentrador se ha intensificado en la economía española. Así, el 10% más rico ha pasado de acumular el 52% de toda la riqueza en 2007 al 55,6% en 2014. Si tenemos en cuenta al 1% de los adultos con mayor patrimonio neto, los datos son aún más contundentes: del 22,6% en 2007 ha pasado a disponer del 27% del patrimonio neto total en 2014. Parece claro, por tanto, que no sólo se han distribuido de manera desigual los costes de la crisis económica, sino que ésta ha sido una oportunidad de las elites –sin duda bien aprovechada- para enriquecerse.
Esta histórica concentración de riqueza representa un pesado fardo para superar la crisis. Va de la mano de una creciente capacidad de las minorías privilegiadas para hacer valer sus intereses en las instituciones y en la política. Nada nuevo en el horizonte. De hecho, son los lobbies empresariales y las grandes corporaciones las que han determinado, en buena medida, la agenda del proyecto europeo. Pero en estos años de turbulencia hemos asistido a un incontenible avance de la concentración de la riqueza en las capas más poderosas de la población, derribando todos los diques de contención.
Los rescates concedidos con dinero de todos a los grandes bancos (principales responsables de la crisis), los beneficios fiscales de los que disfrutan las grandes empresas y fortunas, así como el bloqueo de las iniciativas encaminadas a la reestructuración de la deuda son sólo algunos significativos ejemplos de la influencia política que los grandes propietarios atesoran.
No es ningún secreto que los intereses de esa minoría de millonarios y multimillonarios están estrechamente vinculados a la industria financiera (cuya desbordante expansión está en el origen de la crisis). El propio Global Wealth Report así lo reconoce:
“Mientras que la base de la pirámide de riqueza está ocupada por población procedente de diferentes países en periodos vitales distintos, los individuos poseedores de un patrimonio neto millonario y multimillonario están fuertemente concentrados en ciertas regiones y países, y tienden a compartir estilos de vida similares, participando en los mismos mercados mundiales de bienes de lujo, incluso aunque residan en distintos continentes. La cartera de activos de estos individuos tiende además a asemejarse, centrándose en activos financieros y, particularmente, participaciones accionariales de compañías públicas negociadas en mercados internacionales” (GWR, 2014, P.26).
Es más, como señala el mismo informe, existe una profunda imbricación entre la creciente desigualdad patrimonial en los últimos años y la posesión de activos financieros:
“Aunque existen razones por las cuales la desigualdad de riqueza podría estar siguiendo un camino secular ascendente, las variaciones en años consecutivos están fuertemente vinculadas a la importancia relativa de los activos financieros en la cartera de los hogares (…). Hay fuertes motivos para pensar que el aumento de la desigualdad desde 2008 está fundamentalmente relacionado con el aumento de los precios de las acciones y el tamaño de los activos financieros en Estados Unidos y otros países con altos niveles de riqueza” (GWR, 2014, p.12).
La consideración de estos mismos intereses es esencial para analizar el sesgo de las denominadas reformas estructurales que se han impuesto en la periferia europea y que tienen en la desregulación del mercado laboral uno de sus elementos centrales. Su impacto sobre el empleo ha sido mínimo, pero sí han conseguido lo que, sin duda, era su objetivo fundamental: debilitar el poder de negociación de los trabajadores y de las organizaciones sindicales. De esta manera, se ha consolidado un mecanismo de acumulación de capital sustentado en la intensificación de la explotación de la fuerza de trabajo.
Por todo ello, para salir de la crisis es imprescindible introducir en la agenda política la reducción de la concentración de la riqueza. Sólo así será posible recuperar la política para la ciudadanía, impulsar un ambicioso programa de transformaciones estructurales y, en definitiva, llevar a cabo políticas económicas permeables a los intereses de las mayorías sociales.
Reducir los privilegios de las elites pasa, entre otras cosas, por: a) introducir una fiscalidad progresiva sobre la renta, los beneficios, los patrimonios y las grandes fortunas; b) llevar a cabo una reforma laboral que empodere a los trabajadores y asegure la negociación colectiva; c) aplicar una profunda transformación del sistema financiero que regule los mercados opacos, prohíba los productos especulativos de alto riesgo e introduzca un cortafuegos legal entre las actividades de banca comercial y de inversión, creando además una potente y eficaz banca pública; d) avanzar hacia una progresiva desconcentración y desmonopolización de los sectores estratégicos de la economía; e) promover una regulación de las retribuciones de los altos ejecutivos y de las prácticas corporativas que alimentan las actuales disparidades de ingreso; y e) impulsar una reestructuración de la deuda en la que los acreedores y los grandes accionistas asuman su responsabilidad.
Este es el camino que será necesario recorrer para aliviar la concentración de renta y riqueza, si queremos crear las condiciones para surja otra economía, más solidaria, más equitativa y, por esa razón, más eficiente. No será fácil, ni será rápido, pero este es el cambio que necesitamos.
FUENTE: publico.es
EconoNuestra - 14/12/2015
Julián López Estudiante del master de Economía Internacional y Desarrollo
Fernando Luengo Profesor de economía aplicada de la Universidad Complutense de Madrid
8/9/15
MORIRÁ MATANDO
El capitalismo -eufemismo de usura terrorista- morirá matando.
Mediado el 2015, el capitalismo es ya un pestilente cadáver maquillado en su féretro —por irresponsabilidad, corrupción, idiotez de los líderes políticos, o por la suma de las tres causas— a base de insuflarle dinero público para que no se le vean los gusanos. La crisis mundial no es coyuntural, sino la consecuencia inexorable del capitalismo cuando éste se aplica sin impedimentos, a escala mundial. El capitalismo, en su ceguera por la obtención del beneficio, ha mutado en cada vez más perversas formas que sólo han acelerado su muerte. Los instrumentos financieros sin regulación (over the counter, sobre acciones, bonos, materias primas, swaps o derivados de crédito) han convertido las inversiones mundiales en una timba de apuestas en la que los bancos han sido los crupieres que han hecho jugar a los ahorradores sin saberlo (las viejecitas desconocen que su dinero está siendo apostado en hedge funds y que probablemente no lo recuperarán nunca).
No es posible que el capitalismo salga de ésta. Sólo en España, el pasivo financiero de la economía es de 11 billones de euros —11 veces el PIB anual—, de los cuales casi 6 billones yacen en los bancos en depósitos o valores diferentes de las acciones (bonos, letras), mientras, el drenaje de fondos bancarios de España hacia el extranjero supone unos 150.000 millones de euros al año, y acelerando. Eso representa la quiebra técnica del sistema financiero. Lo que vemos no es una aberración del sistema capitalista, sino el sistema capitalista funcionando a pleno rendimiento y matando el cuerpo al que depreda, que es el mundo. Antes hacía lo mismo, pero en países lejos de nuestra vista, en África o América del Sur. Ahora la estafa del capitalismo es global. La economía real del mundo en bienes y servicios —PIB mundial— es de 65 billones (con b) de dólares al año, mientras que los valores derivados OTC de acciones y divisas suman 1.650 billones —¡en una década!—. Si esos 1.650 billones reclamaran rentabilidad sólo al 5%, representarían 82,5 billones al año. Es decir: harían falta 1,26 veces el PIB mundial para pagar los intereses del dinero creado mediante la especulación. Como eso no es posible, el capitalismo crea cada año nuevo dinero para pagar los intereses del que anteriormente creó. Eso es lo que se denomina un “esquema de Ponzi” o estafa piramidal. Y como todos los esquemas de Ponzi (te recordamos, oh, Madoff), cuando es descubierto, arruina a todos los tenedores de los valores especulativos, que no valen nada. Entonces nadie acepta papel para cobrar intereses y lo que quiere es que le devuelvan su inversión. Pero ese dinero no existe. Fue creado de la nada usando como contravalor propiedades mobiliarias e inmobiliarias en el mundo entero, que sí valen los 1.650 billones de euros.
FUENTE: acratas.net
No es posible que el capitalismo salga de ésta. Sólo en España, el pasivo financiero de la economía es de 11 billones de euros —11 veces el PIB anual—, de los cuales casi 6 billones yacen en los bancos en depósitos o valores diferentes de las acciones (bonos, letras), mientras, el drenaje de fondos bancarios de España hacia el extranjero supone unos 150.000 millones de euros al año, y acelerando. Eso representa la quiebra técnica del sistema financiero. Lo que vemos no es una aberración del sistema capitalista, sino el sistema capitalista funcionando a pleno rendimiento y matando el cuerpo al que depreda, que es el mundo. Antes hacía lo mismo, pero en países lejos de nuestra vista, en África o América del Sur. Ahora la estafa del capitalismo es global. La economía real del mundo en bienes y servicios —PIB mundial— es de 65 billones (con b) de dólares al año, mientras que los valores derivados OTC de acciones y divisas suman 1.650 billones —¡en una década!—. Si esos 1.650 billones reclamaran rentabilidad sólo al 5%, representarían 82,5 billones al año. Es decir: harían falta 1,26 veces el PIB mundial para pagar los intereses del dinero creado mediante la especulación. Como eso no es posible, el capitalismo crea cada año nuevo dinero para pagar los intereses del que anteriormente creó. Eso es lo que se denomina un “esquema de Ponzi” o estafa piramidal. Y como todos los esquemas de Ponzi (te recordamos, oh, Madoff), cuando es descubierto, arruina a todos los tenedores de los valores especulativos, que no valen nada. Entonces nadie acepta papel para cobrar intereses y lo que quiere es que le devuelvan su inversión. Pero ese dinero no existe. Fue creado de la nada usando como contravalor propiedades mobiliarias e inmobiliarias en el mundo entero, que sí valen los 1.650 billones de euros.
FUENTE: acratas.net
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