Miro a mi alrededor y veo a los mismos políticos de siempre, a sus hijos, nietos, sobrinos, primos, y demás familiares, como si fuera la retahíla de una esquela interminable; sólo faltan los amigos y personas piadosas. Y entonces me entra otra vez la risa tonta. Se me aflojan sin remedio los cigomáticos, el risorio y el buccinador. Cosas de la edad, repito. Y caigo en… (perdonen, he tenido un lapsus) El comienzo de esa frase me toca el corazón. Indefectiblemente me recuerda a Neruda y a mi querido amigo Manuel Picón: “Y caigo en el vacío de tu sábana blanca”.
Y caigo, decía, en la connivencia de la clase política con la Banca y con la Patronal, con la aquiescencia, en muchas ocasiones, de los que se supone son nuestros legítimos representantes: los sindicatos, principalmente los mayoritarios.
donde viven?
¿En su sitio
alguien los vio…?”
Pues… practicando la técnica del avestruz. Qué sí no. Con la que está cayendo sobre la clase trabajadora, han estado mudos y desaparecidos en combate, hasta que el gobierno les ha echado un capote con la parida de la jubilación a los 67 años, lo que les va a permitir adquirir de nuevo cierto protagonismo, que no sé si servirá para puñetera cosa. Porque están tan descafeinados, de tanto arrimarse al poder, que si ahora mismo convocaran una huelga, no iría ni el gato. Y lo saben.
Aún resuena en mi memoria el eco de un viejo profesor, explicándonos, desde la humedad borrosa de sus ojos, el significado exacto de aquella palabra: democracia.
¡Ja!… Permítanme que me carcajee. Eso aquí no existe. Aunque nos lo quieran hacer creer por activa, por pasiva y por perifrástica. Aquí lo único que existe es una “Mamocracia”, con los mismos de siempre chupándonos la sangre. Y nosotros, mansos y serviles, hasta llegamos a sentimos contentos con las misérrimas limosnas que obtenemos a cambio, soñando con alcanzar su status y poder ser "mamócratas" algún día. Y es que nos han convencido de que el dinero todo lo puede, y que la felicidad se limita a conjugar continuamente ese verbo: comprar.
Cuando los mismos individuos se apoltronan a perpetuidad, con nuestros votos, (¡es qué “manda carallo”!) en los cargos políticos, llegan a creerse a pies juntilla, que ese monte de orégano es de su exclusiva propiedad, para uso y disfrute de los suyos, y es entonces, cuándo el sistema social se vicia y la corrupción se instala. Múltiples años de favores, chanchullos, nepotismo, generan esos lodos que, luego, son tan difíciles de limpiar.
Ciudadano Plof