Supongo que los que tengan mi edad o más, recuerdan aquel librito que, siendo niños, nos obligaron a leer: “Normas de urbanidad”; pues creo que deberían reeditarlo para podérselo regalar a más de un jefe que lo necesita con desesperación.
Ejemplo:
"Al entrar y salir de cualquier recinto en el que se encuentren otras personas ha de saludarse con educación dando siempre las buenas horas.”
Máxime si el habitáculo es minúsculo como en el caso de un ascensor, donde aún estando codo con codo con algún subordinado son incapaces de responder a su saludo.
¿Existirá algún tipo de sordera para espacios reducidos?, ¿o será que desde su
“altura” “hartura” no pueden vislumbrarnos?
Y no quiero ahondar en el tema de las presentaciones, pues hasta en la mili, los jefes y oficiales se presentan formalmente a la tropa para darse a conocer. Aquí no.
¿Tendrán miedo de que se les pegue el “piojillo del trabajador”?
Hay una serie de señores que entran, salen, suben y bajan, y de los que sólo sabemos que son jefes por los trajes de alpaca (cuando los llevan).
De todas formas, la pobreza de espíritu no puede disfrazarse. El mero hecho de ocupar un cargo no hace a la persona ni más justa, ni más honrada, ni más inteligente, ni más educada... ¿O sí?
Y que conste que estos parámetros son aplicables incluso a jueces y divinos legisladores.
Para evitar hacerme mala sangre (dentro de lo que cabe) he decidido utilizar siempre las escaleras. Así hago ejercicio y de paso…
Ciudadano Plof