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19/1/17

...SI NO LES GUSTAN, TENGO OTROS

El viaje de Felipe de Borbón a Arabia Saudí no ha sido acompañado por los principales medios de comunicación de una crítica a las violaciones de derechos humanos que se llevan a cabo en ese país. 

El rey español Felipe VI durante el encuentro con el príncipe saudí Faisal Bin Bandar Bin Abdulaziz Al-Saud 
Ballesteros / EFE

Que el monarca español estreche la mano del dictador de una nación que mantiene un apartheid de género, que ejecuta con pena de muerte a decenas de personas anualmente, cuya expulsión del Comité de Derechos Humanos de la ONU ha sido solicitada por Amnistía Internacional y Human Rights Watch, entre otros, no va acompañado del escándalo ni la lejana repercusión de los vínculos de los fundadores de un partido político con países que tienen dirigentes elegidos democráticamente, aunque tomen medidas políticas muy discutibles.

Ejecución pública en Arabia Saudíta

Un jefe de Estado de un país democrático que no se legitima en el voto de la ciudadanía, que no tiene partido ni color político, debe ser especialmente cuidadoso en cómo establece sus vínculos y cómo representa a toda la ciudadanía con ideologías y comportamientos que se manifiesten dentro de la legalidad.
 

Ha pasado en ocasiones, por ejemplo con Teodoro Obiang, invitado por la Casa Real española coincidiendo con la muerte de Adolfo Suárez, que luego se desentendió de su visita. Hace unos años, cuando gobernaba José Luis Rodríguez Zapatero, Obiang aterrizó en España en viaje oficial. Entonces, un reportaje de Caiga quien Caiga, entrevistaban en la entrada del Congreso de los Diputados al líder del PSOE, Pepe Blanc. El reportero del programa intentaba que llamara dictador a Obiáng pero Pepiño se negaba a hacerlo y entró en un bucle en el que afirmaba que era el presidente de un país donde había una dictadura pero no se atrevió a llamarle dictador.

Teodoro Obiang, presidente de Guinea Ecuatorial tras el golpe de estado de 1979

La doble moral de las élites españolas con las dictaduras que las benefician económicamente no es más que la misma cultura política que les ha permitido convivir con el franquismo político, cultural, académico y en general, sociológico, que ha pervivido en la España que recuperó la democracia tras la muerte del dictador. Asimismo, la capacidad de los grandes medios para mirar hacia otro lado, en esa perversa conjunción de intereses, dice muy poco de la penetración de una cultura de los derechos humanos en todos los ámbitos de nuestra sociedad.


La reactivación de enviados especiales que ha supuesto para el periodismo español el caso de Venezuela llama la atención. La visita de Felipe de Borbón y de nuestro ministro de Asuntos Exteriores, Alfonso Dastis, a la dictadura saudí, destinada a la venta de armamento para colaborar en las represivas políticas de aquel país, no ha formado parte de la conversación central de ninguno de esos medios pasivos que han dedicado muchas horas a rasgarse las vestiduras con Venezuela.

Alfonso Dastis, ministro de Asuntos Exteriores de España

Los derechos humanos no pueden ser objeto de doble moral, si lo que pretende una democracia es democratizar el mundo y mejorar las condiciones de vida de quienes habitamos este planeta. Los vínculos económicos de la dictadura saudí con la monarquía española vienen de lejos y se esconden tras la opacidad con la que la familia Borbón ha gestionado su inmenso patrimonio privado. La visita de Felipe de Borbón no es más que la demostración del comportamiento medieval de la institución que representa y de que su cultura democrática es tan frágil como las inexistentes protestas o defensa de los derechos humanos que el monarca ha llevado a cabo en su visita oficial. 


Estos son mis derechos humanos, 
si impiden hacer negocio a las élites españolas, tengo otros.

FUENTE: publico.es
Dominio público
Emilio Silva
16/01/2017

Una curiosidad:

A Pepiño Blanco, mi abuelo paterno (aquel que lloraba de emoción cuando los socialistas ganaron las elecciones en 1982, y que años más tarde se cagaría en todo lo cagable al sentirse engañado) aquél, digo, cuando mentaba a Pepe Blanco, lo llamaba "ratón gallego", como si perteneciera a una variedad ratonil propia de "la súa terra".


 "Con ese hociquillo de ratón gallego", decía.

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