Leyendo la reseña del santoral eclesiástico en la prensa diaria, observo que hoy, 20-N, la Iglesia celebra, entre otros, la festividad de San Agapito, y es entonces cuando titila una pequeña lucecita roja al fondo del callejón de la memoria, y aparece la imagen de mi abuelo Juan, con las piernas cubiertas por una ikurriña con la que solía protegerlas del frío. Regalo de un gudari vasco, tenía en gran estima aquella bandera de buen paño que le servía de abrigo y, a la vez, reivindicaba la identidad de un pueblo que, a pesar de estar dividido por los Pirineos, formando parte de dos naciones diferentes, mantenía intacta su lengua y su cultura: Euskal-Herría.
El gudari
Pero, aunque ahora que la luz se agranda e ilumina con cierta nitidez esos recuerdos, no es solo su imagen a la puerta de casa, con la ikurriña sobre las rodillas, lo que agita mi conciencia, sino la socarronería de sus palabras diciéndome, con aquella voz de timbre metálico que lo caracterizaba:
- A partir de ahora nunca olvides esta fecha, porque no es un día cualquiera:
20 de noviembre... San "Agarrapito". Y sonreía.
Ciudadano Plof
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