París era una fiesta, se titulaba la obra póstuma de Hemingway. Así resumió una época envidiada por los bohemios pose-pose de turismo intelectual que hoy se autodenominan expatriados. Si hubiese vivido ahora en la capital de España —que tanto admiró durante su resistencia al fascismo—, sin duda, titularía su crónica Madrid era un circo.
Esa hipotética crónica circense, por supuesto, tendría su punto de partida en uno de los eventos más suciamente ridículos de la verbena feriante en la que se ha convertido la política del reino de España: "el tamayazo". Y, claro, la estrella y gran maestra de ceremonias de esta carpa en sesión continua sería la gran Esperanza Aguirre. Su ridículamente cercana presencia al frente de las tres pistas, quedaría inaugurada con el milagroso ejercicio de transfuguismo que, cual acróbatas saltarines, protagonizaron dos canallas del PSOE con alma de corrupto PP. Unos vendidos que instauraron con su traición un reino de tinieblas y fango que ya nunca abandonaría la capital de una comunidad que muchos iban a llamar Mordor.
Eduardo Tamayo y Mª Teresa Sáez
(Los amorales del PSOE que propiciaron el "tamayazo")
Por supuesto, toda esta maravillosa sinergia tenebroso-circense fue posible gracias a la presencia en la pista central del circo de un aparentemente dicharachero y simpático mago llamado Gallardón el Progre. Un taimado hechicero que engañó con su ilusionismo y trucos a generaciones enteras de fieles al circo que creían tener ante sí a un verdadero prócer del cambio. Gallardón fue sumiendo la carpa del circo madrileño en una sombría decadencia que, hábilmente, ocultaba con sus joviales exclamaciones y gestos. ¡Alehop!, exclamaba mientras se le iban las olimpiadas y calidad de vida de la capital, aparentando grandes y magnánimos ejercicios de magia. Sin dinero, sin sanidad, sin escuelas, sin libertad, sin nada público, todo privatizado.
Alberto Ruiz Gallardón
¡Comisionem Millonarium Amicus!, proclamaba ante los fascinados ojos de los votantes cuando sacaba una M-30 soterrada donde debería haber habido una red de metro renovada o un polideportivo para el barrio.
¡Delirium Megalomaniacum!, declaraba cuando se sacaba de la chistera un Ayuntamiento y un despacho del tamaño del Hermitage y la Casa Blanca juntos, donde había metido unos terrenos regalados prácticamente al magnate del amiguismo popular Florentino Pérez (Bruselas investigará al Real Madrid por las permutas de terrenos con el Ayuntamiento).
Florentino Pérez
¡Portum giratorius!, desgranaba con un grácil movimiento de brazos que desvelaba a un corrupto Blesa, al que apoyaba a muerte, donde antes había introducido unas ejemplares cajas de ahorros de todos los madrileños que hicieron desaparecer (para sacar una banca privada, corrupta y dirigida a golpe de tarjetas black).
¡Progresistus aparentis!, declamaba alegre cuando presentaba ante los ojos atónitos del público asfixiado económicamente unas jornadas culturales para élites burguesas llamadas las Noches Blancas, donde había introducido una red de teatros, museos y cines que desaparecían progresivamente para reaparecer como centros comerciales, multinacionales o gimnasios.
Pero la grandiosidad de Gallardón el Progre quedó rápidamente eclipsada por la dicharachera elocuencia cañí de Espe la Tamayazos. Sus constantes payasadas, mamarrachadas y agresiones envueltas en poses populacheras, la convirtieron inmediatamente en la favorita de los medios y el gran público. Daba igual cuantos robos, agresiones, destrucciones del estado de bienestar —que generaciones de sacrificados trabajadores habían conseguido con mucho esfuerzo— ejecutase la rebautizada como lideresa. Los madrileños estaban obnubilados por su gasto en publicidad engañosa, mentiras y cinismo. Pareciese que el extravagante circo que la condesa consorte había impuesto, eclipsaba el frío invernal que iba cubriendo todo fuera de la decadente carpa a la que los madrileños se veían recluidos casi obligatoriamente. Todo lo que ocurriese fuera de esas pistas de circo no existía, proclamaba la inescapable red clientelar y mediática que Espe y Gallardón habían creado a golpe de divertida gracieta, agradecido gesto, simpática pose.
Aguirre y Gallardón
Antonio Miguel Carmona
Así siguieron las cosas hasta que un grupo de cuidadores, que nunca antes habían ocupado la pista central, consiguieron aupar a una nueva maestra de ceremonias: la esfinge que plantea enigmas. Conocida como Manuela Carmena, este personaje que se había mantenido al margen del sistema circense fue convencido por un grupo de cuidadores de que podía ser la nueva gran estrella. Y, sorprendentemente, consiguió aunar el entusiasmo del público y desbancar a Espe la Lideresa.
Por desgracia, la totalidad de la carpa conocida como Comunidad de Madrid siguió en manos de una aliada de los payasos dictatoriales. Cristina Cifuentes había sido hasta entonces la temida guardiana de las jaulas y había impuesto su reino de terror entre exclamaciones de tolerancia y progresía que recordaban a su mentor: Gallardón el Progre. Su implacable ejercicio de guardiana le había descubierto como una violenta represora, pero sus trucos y gracietas, aprendidas tanto de Espe La Tamayazos como de Gallardón el Progre, parecían engañar al público que aplaudió su salto a la pista central para gran disgusto de Espe.
Esperanza Cifuentes
En realidad fue la división de los cuidadores, liderados en parte por
un profesor que estudiaba el mundo del circo sin jamás haberse manchado
de la mierda de los elefantes, la que posibilitó el triunfo de
Cifuentes la Moderada. Con la soberbia de creerse los únicos
propietarios de la victoria, los seguidores del profesor se negaron a
unir fuerzas con los demás cuidadores y atracciones del circo y le
regalaron la victoria a la temible Cifuentes la Moderada.
Desde la derrota de Espe, la payasa mayor del reino, el circo habría ganado bastante en dignidad y seriedad con la llegada de una tecnócrata circense llamada Manuela Carmena, pero habría perdido mucho aliciente para el público en busca de gestos, espectáculo y nada de contenido. Aunque Carmena, también había sabido deslumbrar al público circoadicto con algún truquito aquí y alguna caída payasa allá. Por ejemplo, cuando, forzada por los enanos del PP que se le amotinaban en exigencia del ambiente circense de antaño, le descubrieron que una de sus nuevas atracciones, el supuesto domador de fieras Guillermo Zapata, era demasiado blando para el puesto, Carmena cayó en deponer a Guillermo pidiendo disculpas a los payasos dictatoriales y poniendo en su lugar a otra hipster del Patio Maravillas. La simpática Espe, que se negaba a aceptar su derrota, vio en esta debilidad una grieta por la que destruir a sus adversarios. Pero necesitaba un aliado que le repusiese en su pedestal.
En ese renovado circo ocuparía un lugar destacado el recién despedido portavoz del PSM, y antiguo hombre serpiente, Antonio Miguel Carmona. Sus paseos en bicicleta, sus fantochadas, sus gestos y guiños, que recordaban a la lideresa, mantenían el ambiente de decadente circo a pesar de oponerse a la dirección del mismo. Lo importante es que sus animadas payasadas contribuían al ambiente circense que permitía esconder la basura que se amontonaba bajo sus pistas. Pero Carmona era un payaso de bien y decidió apoyar a la esfinge en su nuevo liderazgo (aunque apoyando cada mamarrachada que los medios de la antigua lider, Espe la Condesa, se inventasen para socavar su estrellato).
Parecía que el nuevo circo mantenía su aliciente para el público, cuando llegó un nuevo personaje que iba a trastocar todo: la nueva portavoz del PSM, Sara Hernández. Nombrada con estivalidad y alevosía para deponer a Carmona el Mediático, Sara la Ferraz ya había creado su circo particular en Getafe, traicionando todos los pactos con AhoraGetafe que le habían garantizado la alcaldía. La adalid del bipartidismo venía pisando fuerte. Era evidente que en su circo getafense había hecho saber que el PSOE no va a jugar limpio y considera a las CUPs (candidaturas de unidad popular) su mayor enemigo. La realidad es que el público había entendido con la destitución del entrañable payaso Carmona el Mediático y la imposición de Sara la Bipartidista que el PSOE no veía con buenos ojos la llegada de un circo renovado y quería mantener el anterior foro de payasos conocidos.
Siempre dispuesta a aprovechar la más mínima cloaca, la anterior maestra de ceremonias, Espe la Lideresa, corrió a abandonar lo que habitualmente ha sido su exclusivo veraneo (lo que dice mucho de su desesperación, en otros tiempos a estas alturas estaría en Pravia, disfrutando de los palacios de su marido, el conde; y aterrorizando al pueblo con sus accidentes y huídas) para animar el circo con sus malabares de antaño. Debe estar muy desesperada para rebajarse a aprovechar el verano para intentar recuperar el protagonismo payasil de antes. Parece ser que no se resigna a haber sido derrocada y espera cualquier oportunidad para intentar recobrar el cariño de los medios (que nunca fue cariño sino interés impuesto por el poder del PP; cosa que ella y unos cuantos parecen ignorar). La verdad es que ha sido casi entrañable ver a Espe la Tamayazos corriendo a hacer la payasa en pleno verano, a las puertas del desalojado Patio Maravillas, para mandarle el mensaje a Antonio Miguel Carmona de que, si quiere, ella está dispuesta a ejecutar conjuntamente un re-tamayazo. Una pirueta que devolvería al circo a su esplendor anterior, cree firmemente Espe.
La moraleja de este cuento es: ¿en qué coño está pensando el público atornillado a sus gradas del circo? ¿Van a seguir conformándose con echarle la culpa de sus desgracias a los payasos de la pista o van a abandonar el espectáculo?
Palabra de Artivista
Shangay Lily
09 ago 2015
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