27/9/10

CONEJOS Y ARDILLAS


Para el próximo 29 de septiembre, día de los arcángeles Gabriel, Miguel y Rafael, está convocada una huelga general en este país que llamamos España, cuyo nombre deriva de Hispania, o lo que es lo mismo "tierra de conejos", que fue el nombre que le dieron los romanos, al parecer copiándolo de los fenicios que ya lo denominaban así.


Por lo visto la península ibérica (Iberia para los griegos) era un lugar de gran abundancia de conejos, aunque, según tengo entendido, también lo era de frondosos bosques. Recuérdese si no el dicho de que "una ardilla podía ir de Gibraltar a Los Pirineos sin tocar el suelo". Lo que da pie a pensar que, con tanta arboleda, el número de ardillas sería también enorme. Digo esto porque, puesto a elucubrar, he intentado buscar un símil que me sirviera para representar a los dos grupos en los que, básicamente, se dividen los trabajadores; y me gustó lo de conejos y ardillas. Pero... ¿Quiénes son los conejos y quiénes las ardillas? ¿Saben cuál es el método para averiguarlo? ¡Fácil!:



Se busca el pino de la libertad, del compañerismo y de los derechos laborales, uno que es enorme pero un poco torcido, y se les coloca en la rama más alta. Si son ardillas, harán diez mil cabriolas, disfrutarán de las alturas, aunque el hambre de justicia social les apriete más de la cuenta a veces, lucharán, a pesar de todos los pesares, aunque el viento de la economía sople siempre en su contra; serán consecuentes con sus actos, arriesgándolo todo por un frágil presente que pueda sustentar un futuro más justo. En cambio, si son conejos, nada más colocarlos sobre la rama... ¡verán que batacazo!

La rama se llama solidaridad... y no les agrada demasiado.

Será por eso que los conejos siempre dan las excusas más peregrinas: que las agujas del pino le hacen daño, que la resina mancha... pero sobre todo, que tienen problemas de vértigo y la excesiva altura los marea, así que, en cuanto pueden, corren a esconderse en la espesura o al fondo de sus confortables madrigueras. Y dejan a las ardillas, jugándose la vida en la copa de los árboles, para que, ellas solas, resuelvan los problemas del bosque. ¡Eso sí! Los conejos, sin arriesgar ni un ápice, se van a aprovechar descaradamente de la labor de las ardillas. Recogerán con ahínco, sin el menor esfuerzo, todos los piñones que caigan, tras la lucha de aquéllas por abrir con los dientes el duro corazón de las piñas.

De todas formas, los conejos deben tener cuidado, porque los frutos secos pueden hacerles daño; un exceso de grasa puede llegar incluso a impedirles la entrada en su refugio, y el cernícalo... siempre está al acecho.


Ciudadano Plof

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